Un intercambio con gente de Hungría no se hace todos los días. Siempre se oyen a algunas personas hablar de sus intercambios con chicos franceses, ingleses o alemanes, pero… ¿húngaros?
Pues eso es lo que hemos hecho siete alumnos y un profesor del I.E.S. “Xosé Neira Vilas”. Conjuntamente con uno de los institutos de Betanzos, el “Francisco Aguiar”, nos fuimos un 17 de febrero desde Santiago hasta Budapest.
Y ahora surge la otra pregunta que todo el mundo se hace… ¿Un intercambio no es para practicar un idioma? ¡Pues no necesariamente! Nosotros no sabíamos nada de húngaro ni era nuestra intención aprenderlo, aunque ahora podemos decir que sí controlamos las palabras básicas, desde decir sí, no, gracias, buenos días, hasta alguna que otra palabra malsonante que, para que negarlo, siempre se aprende en este tipo de viajes. Sin embargo ellos, los chicos húngaros, sí sabían castellano, pues están en un colegio bilingüe, y para asustaros con el nombre os diré que es el “Károlyi Mihály Magyar – Spanyol Tannyelvü Gimnázium”. Impresionante ¿verdad?
Pero la lengua magiar no es lo único sorprendente de este país. En la perla del Danubio, como se conoce a la capital húngara, podemos encontrar sitios fantásticos como el Palacio Real, la Iglesia de Matías, el Laberinto de Buda, la Plaza de los Héroes, el imponente Parlamento o la espectacular Ópera. Y si por la noche te sientas en uno de los bancos que está a orillas del anchísimo Danubio y ves el Puente de las Cadenas totalmente iluminado en frente del Palacio Real, puedes llegar a pensar que esa es una de las ciudades más bonitas que has podido ver.
Fueron muchos los sitios en los que estuvimos, muchas comidas típicas las que probamos, como el salami, el goulash, la amapola o el palinka, y muchas costumbres a las que nos costó habituarnos, como por ejemplo, el hecho de que al entrar a una casa húngara hay que descalzarse, así como suena, ¡nada de andar en zapatillas!, pues para ellos, que hagas lo contrario es una enorme falta de respeto. ¡Ah! Y otra cosa curiosa, ¡allí lo normal es que cuando saludas a alguien le des tres besos!
En definitiva, que la ciudad es más que aconsejable, y que la experiencia del intercambio, el convivir con una familia que apenas conoces y con la que te tienes que entender mediante el lenguaje internacional de los gestos (al menos que tengas la suerte de que tu pareja húngara se encuentre por allí cerca para traducir…) es estupenda aunque al principio pueda dar algo de miedo, así que os animamos a todos a viajar y a conocer gente de otros sitios porque merece la pena, y mientras os lo pensáis nosotros esperaremos la llegada de los húngaros, porque después de Semana Santa volveremos a vernos todos, ¡pero esta vez ya en Coruña!